Estepona ha quedado finalista hace poco en los premios que da The Academy of Urbanism, en la categoría de ciudad europea 2023, donde finalmente ganó la holandesa Amersfoort.
Sin entrar en juicios partidistas, de Estepona puede decirse que ha avanzado en algunos aspectos que la acercan al modelo de ciudad sostenible: peatonalizaciones, calmado del tráfico, creación de espacios verdes y de equipamientos públicos, digitalización de las gestiones, etc. Estos indicadores tienen una valoración positiva. En el lado contrario de la balanza puede situarse, a bote pronto, la vivienda y la movilidad:
Vivienda: Se está construyendo mucha vivienda cara que está situando el mercado de adquisición y de alquiler para la mayoría de la población en inabordable; es decir, Estepona es una ciudad cara.

Movilidad: Las actuaciones de calmado del tráfico que se han llevado a cabo (supresión de plazas de aparcamiento, peatonalizaciones), que en teoría se hacen para incentivar el abandono del vehículo privado y para favorecer el uso del transporte público (y en la práctica, es decir, con resultados cuantificables en otras ciudades), en Estepona están generando un problema para la gente que depende del transporte para acceder a su trabajo (que es más del 50% en algunos barrios, según datos de 2019), porque no hay alternativas de movilidad.
La ciudad europea premiada por The Academy of Urbanism este 2023 es Amersfoort (Holanda), que tiene mejor resueltos los temas de vivienda y movilidad.
Movilidad urbana en Estepona
El porcentaje del presupuesto anual que dedican las ciudades al transporte urbano crece en función de que estén más o menos desarrolladas sus infraestructuras de transporte público. En ciudades grandes es una cantidad importantísima. Por ejemplo, Madrid y su área metropolitana tienen un presupuesto anual en torno a 2500 millones de euros (sumando bus, metro y cercanías). Si sumamos solo bus (gestión que depende del ayuntamiento), ciudades como Barcelona o Madrid dedican mucho más que Málaga, por ejemplo.

El porcentaje del presupuesto dedicado a transporte urbano en algunas ciudades sirve para hacerse una idea de cómo de desarrolladas están sus redes de transporte urbano con autobuses: Madrid (14,99%), Sevilla (11,57%), Málaga (9,18%), Marbella (2,10%), Estepona (0,12%). Los datos de Marbella y Estepona pueden confundir. Primero, porque Marbella bonifica el 100% el transporte urbano (una medida contraproducente que obliga a soportar un alto coste –en torno a 7 millones anuales– pero que no mejora la infraestructura ni reduce el tráfico privado, que debiera ser el objetivo). Segundo, para Estepona no dispongo del dato exacto y el porcentaje lo he calculado con datos que aparecen en prensa, pero todos los ciudadanos de Estepona saben que el transporte urbano es casi inexistente.
En abril de este año, el ayuntamiento de Estepona sacó una noticia indicando que estaba estudiando la futura licitación del transporte urbano, señalando que iba a priorizar vehículos más sostenibles, mayor regularidad y aumentar las líneas. A falta de más información, pues no ha habido más noticias al respecto, veo difícil la mejora en esa línea. En las grandes ciudades, el transporte urbano siempre depende de empresas públicas porque es deficitario, es decir, es un servicio que debe prestarse (para no aumentar el colapso en movilidad), pero no es rentable. Pretender mejorar la red de transporte urbano solo sacando un pliego más exigente creo que no contribuye a mejorar la red de transporte.

La movilidad dentro de Estepona es relativamente fácil, pues tiene un casco urbano de 15 minutos en bici de punta a punta: es un indicador asumible. Pero el problema son las salidas hacia fuera del casco urbano (más del 50% en algunos barrios, según datos de 2019) y en esta ciudad dispersa que son las urbanizaciones del extrarradio; ahí no se para de construir sin abordar la movilidad con transporte público (sin entrar a valorar la falta de mantenimiento que denuncian en prensa algunos vecindarios de fuera del casco urbano).
Movilidad interurbana en la Costa del Sol
Con la peatonalización total de la travesía de Estepona se ha perdido una oportunidad de implantar una red de BTR, que podría haberse desarrollado dentro de un marco de colaboración de ayuntamientos como el de Estepona con entidades supramunicipales, porque es un problema extensivo a toda la Costa del Sol.

Además del tren litoral, que sale recurrentemente en medios desde hace más de un siglo, o de una extravagante solución con barcos que ha propuesto la mancomunidad de la Costa del Sol hace poco, ahora sale en medios una solución propuesta con un viaducto aéreo. Sin entrar a valorarla en profundidad, pienso que más que una solución de ingeniería, resolver la movilidad en la Costa del Sol (de Manilva a Málaga) es difícil porque es un asunto político, pues implica tomar conciencia de cómo de grave es el problema y exige la participación de administraciones locales (los ayuntamientos) y autonómicas/nacionales (por la competencia de la A-7). No veo que sea un problema de dinero ni de ingeniería, sino de que exista el foro adecuado que siente a todos los agentes a estudiar el tema y la voluntad política de todos ellos para resolver el problema. Soluciones hay, pero, en cualquier caso:
- Cualquier solución que se adopte debe priorizar el tiempo de viaje y la fiabilidad, más que cualquier otro criterio (incluido el precio). Es decir, si los tiempos de viaje son mayores que los del transporte privado, no se usará; si la regularidad del medio no es fiable ni práctica, no se usará.
- La solución debe ser integral para la Costa del Sol, no proyectos parciales hasta Marbella, pues no se trata exclusivamente de un problema de saturación de las carreteras (aunque existen puntos negros y horas de hipersaturación), sino del colapso que genera el urbanismo disperso en esta importante conurbación que es la Costa del Sol y la carencia casi absoluta de transporte público, en un escenario de crisis climática y encarecimiento de los combustibles.
Otras referencias
- European Comisión. Indicators for Sustainable Cities
- MITMA. Estudio de movilidad con Big Data durante la pandemia